DISFRUTE POR FAVOR
Desde el mismo instante en que la vida empezó a cobrarse en salud el esfuerzo de trabajos precarios, perdimos el sentido más certero de la existencia. Aquel donde cada despertar era sinónimo de ilusión y jubilosa incertidumbre, deseando devorar cada minuto del día hasta la llegada del ocaso. Aquel donde el espíritu de claridad que solamente puede poseer un niño, hacía más simple y bonita la vida. Hemos aceptado la normalidad de un continuo estado de alerta y preocupación, donde talones, problemas y facturas copan con creces nuestros pensamientos, mermando y anestesiando lentamente la calidad de vida que realmente debiéramos poseer. En el maremágnum de lianas de esta implacable jungla, pocos son los claros donde poder descansar y disfrutar de la belleza e importancia de las pequeñas cosas. La vida no se paga sola, y no es óbice hacer apología a un estado contemplativo sin fecha de caducidad. Sin embargo, en el transcurso de este camino, las arrugas comienzan a s...