EL HOMBRE DE HOJALATA

 La inteligencia fuera de los límites de la razón. Seres no sintientes, pero perfectamente programados para simular y desarrollar con éxito un concepto, trabajo o situación. 


Devoradores de récords en cuanto a optimización temporal se refiere. Efectúan operaciones y movimientos con precisión quirúrgica; la misma con que amparadas en el beneficio y coste humano, una empresa delega al trabajador al rincón de pensar más lejano.


Acorde a los parámetros estandarizados, uno es capaz de interactuar con ellas. Poseen amplio, rico y holgado vocabulario y dejan lugar a poca duda la efectividad milimétrica que pueden llevar a cabo, pero…¿podría el “hombre de hojalata”, que tanto deseaba un corazón, superar, adquirir un sentimiento humano y utilizarlo a su antojo?


La respuesta no es nada complicada. Es obvio que una inteligencia artificial puede ejecutar todo aquello que se proponga, incluso podría simular sentimientos humanos e intentar imitarlos cual mimo ensayando frente al espejo. Podrá intentar dar una respuesta válida e incluso denotar amor, terror, serenidad…pero hay algo que jamás podrá conseguir; una empatía real.


Conseguirá recorrer miles y millones de kilómetros en diversas direcciones para ejecutar la mejor respuesta, pero lo hará en línea recta. En el peor de los casos, podría haber incluso un intento de empatía superficial, sin embargo, aquello que llaman seso y tenemos sobre los hombros, es capaz, (como mago con chistera), de jugar con las ideas y sentimientos que de verdad nos atañen. 


Conseguimos transformar las lágrimas en sonrisas, la desesperanza en claridad, el desamor en amor, la violencia en paz. Por mucho empeño que el mejor programador del mundo quiera, un código nunca tendrá poder único real.


“Dorothy” seguirá guiando al hombre de hojalata por el camino más adecuado para encontrar su corazón.

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