ÍCARO

 Cuando el esfuerzo se convierte en obligación y objetivo final único para ser remunerado, la vida pierde valor y permite morir lentamente a una sociedad que empieza a degradarse y acomodarse en la permisividad extrema cuyo devenir se plasma en un encefalograma plano.

Tratamos de creer que la evolución tecnológica extrema está creando generaciones preparadas para crear un futuro prometedor, de ensueño y excelencia; cuando en la más pura realidad guardamos con recelo el secreto mejor guardado, una distorsión de la percepción social abocada al engaño y fracaso si no se pone remedio. 


Una sociedad que no fomenta la importancia de la cultura y facilita medios y recursos al alcance de un botón, crea únicamente zombis mediáticos de entretenimiento enlatado, superfluo y dañino en numerosas ocasiones.


Mientras se gasten más baterías que libros, se seguirán atrofiando las mentes, invadidas por los estímulos auditivos y visuales capaces de hipnotizar neuronas y crear patrones repetitivos; un disco rayado que no puede seguir su melodía.


Juventud estancada que ya no busca salidas. Se acomodan al amparo y protección de una familia que usa móvil en comidas, delegando el aprendizaje en una inteligencia artificial vacía. 


Trampas que no descansan noche y día, desorientando las mentes que mañana serán nuestros guías; ‘Ícaros con GPS’ que quieren surcar los cielos, y cayendo lentamente recuerdan que nunca leyeron, el manual que precisaban para el éxito del vuelo. 

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