UN AMIGO

 Cabalgando a lomos del corcel que se ha asignado a uno en vida, se puede constatar sin lugar a dudas, cuántas energías son necesarias para orientar el jamelgo hacia plácidos rumbos, uno nuevo cada día. 

Lugares donde ir al paso, acariciando las bridas sólo con las yemas de los dedos, mientras el lejano rumor del rio, vacío de agrestes lamentos, armoniza el jubiloso camino, para disfrutar del momento.


Cruzando campos y villas, sin paradas en el tiempo, el jumento ya se agobia con su lento traqueteo. Flacas pezuñas que tiemblan, claman descanso al cielo, más nuestro jinete inquieto, amarrando bridas y crines, se ciñe a llegar temprano sin escuchar a aquel que gime.


Ya no hay paso, solo trote y en breve tan solo galope, el paseo es un tormento, de subidas y bajadas, cada cual más agresiva, sin disfrutar de la nada. 


De repente un gran frenazo echa al jinete por tierra, su caballo está agachado, no disfruta ya a su vera, y levantándose dolorido, mirando a los ojos con tino, descubre que en el camino, aquel que es compartido, es más dócil yendo al paso, disfrutando de un amigo. 

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