TRES MINUTOS
Cuando los acordes atraviesan la barrera que conecta el oído con nuestra mente, desencadena de inmediato una suerte de magia que despierta sentimientos diferentes en cada ser y momento.
Notas que flotan en el ambiente, tienen la capacidad de aunar en su ejecución las condiciones adecuadas para encender la chispa de la felicidad, tristeza, melancolía o deseo; permitiendo aflorar los sentimientos con adictivos estribillos repetitivos.
Recorren cada terminación nerviosa produciendo un pulso de sensaciones propias y contagiosas dando rienda suelta al baile; espontáneo y libre en su ser, poseídos por el mismísimo Orfeo, en mañana, tarde o anochecer.
Capaces de acelerar o enlentecer un corazón, incitando al baile, reflexión o duda; extraen y rescatan en un acto casi Freudiano los sentimientos más profundos y, elevándolos a la superficie, gritan para sentir calma, en ésta danza de tres minutos que debería durar toda una vida.
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