SOLEDAD

 La soledad es uno de los terrores más frecuentes y sin embargo buscados con ahínco por el ser humano. 

En un estado inicial mantenido a corto y medio plazo en el tiempo, permite claros beneficios asociados al auto conocimiento, desarrollo personal y libertad de planificación. No precisa de asociación ni entendimiento de ideas comunes en el ámbito personal, ocasionando una permisividad moral y afectiva inherente al resto de la sociedad.


Conlleva libertad en su máximo esplendor y, por ende, una sucesión de actos escogidos minuciosamente para llenar su vida de hechos psíquicamente placenteros y físicamente moderados; hasta que un buen día el vacío se apodera de su ser y comienzan a surgir las preguntas y necesidades que con gusto serían debatidas a dos bandas para intentar deshacer el enredo en el que se ve envuelto, o buscar leve consuelo en un intercambio de pareceres. 


Nuestra naturaleza exige momentos de anarquía individualista, pero ésta no puede ser mantenida con eficacia en el plano de la existencia sin el contraste de otro ser humano. Aquel con el que poder llevar a cabo planes en común concordancia; aquel que encienda el candil y avive la llama para iluminar el cómodo rincón donde nos ubicamos y, con tímida sonrisa en la cara, nos invite a sentarnos y compartirlo.


Hemos sido concebidos para vivir y crear en sociedad, respetando la necesidad de crecimiento individual que forje carácter y capacidad de elección; sin embargo, tarde o temprano precisamos de alguien que nos aparte la piedra de la cueva. Para poder ver el sol de nuevo, los días de lluvia, nieve o niebla. Para anular la opacidad y el hermetismo, que si no es compartido, ciega.

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