UN MUNDO FELIZ

 Dónde quedaron las quimeras que de niños fueron imaginadas. En el baúl de los sueños olvidados divagan, dejando a su paso estelas de polvo acumulado a ralentí, opacando en blanco y negro ilusiones que un día fueron de color. 

Es el único juego donde no hay reglas establecidas ni patrones preconcebidos. La ausencia de normas enriquece el mundo de las ideas: aquel donde no existen los turnos ni dados que justifiquen la jugada; aquel donde la mente está abierta de par en par y se entrega al azar de la novedad sin cautela ni medida. 

Dioses con forma de niño que todo lo pueden. Mundos permeables que cambian de actos y personajes con un fin infinito. Hologramas que flotan y se desvanecen en el aire imaginando con inexactitud no requerida y libertad añadida, escenarios grandiosos que un día se estancarán y quedarán olvidados en la monotonía de la mente adulta. 

Quizás deberíamos de preocuparnos más en recordar aquellos momentos donde un día fuimos súper héroes de verdad. Donde el verdadero poder no estaba en el valor de un trozo de cobre y el pasado o el mañana era un asunto lejano, sin importancia. Y así, volar de nuevo hasta la siguiente aventura, donde podremos perder las alas y remontar en cualquier momento; al menos hasta la próxima hora. 

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